La depresión
“He perdido por completo la energía y la ilusión por las cosas; es como si me hubieran quitado la vitalidad que antes tenía. Lo veo todo negro, los pensamientos son pesimistas y obsesivos, no veo futuro para mí. Me siento como atrapado en un pozo hondo sin poder salir. Quisiera luchar, pero no puedo.”
La depresión, en sus diferentes formas, se ha convertido en una de las principales enfermedades del siglo XXI. Sin embargo, en la mayoría de casos responde bien a un tratamiento global que se ajuste a las características de cada persona. Se ha demostrado que la combinación de diversos recursos terapéuticos (medicamentos, psicoterapia, apoyo) es mucho más eficaz que cada uno de ellos por separado. Así es posible volver a decir “buenos días a la vida”, en vez del doloroso “buenos días, tristeza”.
El duelo
“Gracias. Usted fue la persona que me ayudó a llorar adecuadamente cuando estaba destrozada por la muerte de mi hijo” (palabras de una madre quince años después de una conversación en la consulta).
¿Qué quiere decir “llorar adecuadamente”? El duelo duele y no hay fórmulas mágicas para evitarlo. Es el precio pagado en dolor por una relación valiosa y significativa. El duelo es la otra cara del amor, de hecho es una expresión póstuma de amor. Desde este punto de vista todo duelo tiene una dimensión positiva y curativa. No hay que reprimirlo, sino encauzarlo.
Por esta razón comprender bien nuestros sentimientos, reacciones o actitudes durante el duelo es esencial para la curación de la herida. Cuanto más entendamos qué nos está pasando, menos difícil nos resultará recuperarnos. Como dijo Tolstoi: “El hombre no puede ser señor de nada mientras teme la muerte. Al que ya no teme la muerte todo le pertenece.”
El agotamiento por estrés o “burnout”
“Si tienes el arco siempre tenso, se te romperá muy pronto” (Platón en el Diálogo de Fedro).
El agotamiento emocional es una de las causas más frecuentes hoy de baja laboral y de crisis personales. Afortunadamente antes de llegar al “burnout” hay una serie de síntomas que nos avisan, como la luz que se enciende en el salpicadero del coche cuando nos estamos quedando sin gasolina: irritabilidad, dificultades de concentración y atención, insomnio, cansancio, pérdida de energía, etc. Conocer estos avisos nos permite corregirlos a tiempo.
El problema no es tener estrés, sino permanecer en el estrés. El estrés ocasional cumple una función positiva y es necesario. La meta del tratamiento, por tanto, no es eliminar el estrés de nuestra vida, sino “domesticarlo”, aprender a controlarlo. El estrés crónico es una señal de que hay algo a corregir en nuestra personalidad: perfeccionismo excesivo, dificultad para decir “no”, adicción al trabajo.
Trastornos por ansiedad
“Los miedos irracionales me acompañan casi todo el día. Vivo como en un estado de preocupación permanente. Anticipo los acontecimientos de forma pesimista y a veces tengo crisis de pánico con sudor y falta de aire.”
La ansiedad puede manifestarse de diversas formas: miedos irracionales (fobias), pensamientos indeseados (obsesiones), hipocondría (preocupación desmesurada por la salud), crisis de pánico, miedo a salir de casa (agorafobia) o incluso síntomas físicos (dolor de cabeza, problemas digestivos, cardiovasculares).
Los trastornos de ansiedad son un espejo del modo de vida actual: la inseguridad, la incertidumbre ante el futuro, los cambios constantes, las relaciones rotas, la precariedad laboral, todo ello es terreno fértil donde crece la angustia. Por ello su tratamiento debe ir más allá de los medicamentos; requiere un cuidado que alcance a toda la persona, incluidas sus necesidades existenciales.